Trujillo ha sido y es una de las ciudades más apreciadas por los turistas gracias a su larga trayectoria de conquistas y reconquistas, y también gracias a las distintas civilizaciones que han dejado restos en ella a lo largo de la historia. Los celtas, los romanos, los visigodos, los bereberes, los árabes y finalmente los cristianos han luchado por las tierras que se alzan en una colina de granito, lugar estratégico desde el que se puede vigilar la gran llanura que la rodea.
Debido al trasiego de gentes y culturas, la ciudad goza de una gran riqueza de monumentos, castillos, palacios y casas fuertes. Es la ciudad en la que nacieron conquistadores como Francisco Pizarro, conquistador de Perú, y Francisco de Orellana, a quien se le debe el descubrimiento del río Amazonas. Pero además, y debido a las riquezas que estos conquistadores trajeron del nuevo mundo, la ciudad ha estado siempre muy vinculada a la nobleza, gracias en parte a que los reyes otorgaron elevados privilegios a todos aquellos caballeros que participaron en la reconquista.
Es por esto que en la ciudad abundan los monumentos de este momento histórico. Los siglos XV y XVI son los de mayor esplendor económico y por ende arquitectónico. De esta época datan la mayoría de palacios de las grandes familias como los Orellana, los Pizarro, los Carvajal-Vargas, los Bejaranos, o multitud de edificios religiosos y la mayoría de edificios de interés. Tanto es así que existe la denominada ruta de los balcones de esquina, que no es más que una especie de paseo por las principales calles en donde se encuentran los palacios más significativos. La mayoría de estos palacios y casas fuertes se caracterizan por tener balcones en las esquinas con el escudo de la familia, de ahí el nombre de la ruta.
Pero el legado de la ciudad es mucho anterior, en ella también se puede disfrutar de un majestuoso castillo y unas murallas que se empieza a construir en el siglo IX y cuyas obras finalizan definitivamente en el siglo XI. Sin embargo será el siglo XVI el que marque la fisionomía de la ciudad cuando las murallas no pudieron contener la gran expansión de ciudadanos.
Ahora sólo hemos hablado de las maravillas arquitectónicas que puedes encontrar en la ciudad, pero son innumerables las joyas con las que cuenta este enclave. Por ejemplo, la Plaza Mayor se hace eco además de la gran cantidad de palacios y casas fuertes, sin hablar del monumento más emblemático de la ciudad, la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, de su gastronomía. En ella, así como en el casco antiguo, podremos encontrar los principales y mejores restaurantes de la ciudad, en los que se degustan sus platos típicos tales como el frite de cabrito, las migas extremeñas, ladrillas de ternera, la prueba de cerdo, la moraga o la sopa de tomate. La mejor manera de terminar el recorrido de esta preciosa ciudad que pasó de villa medieval a ciudad del Renacimiento.